Traslado al pasado

Durante los preparativos del viaje y en una de las conversaciones que tuvimos por teléfono, en la que Daniel me explicaba como un guardabosques Mapuche, le dio la solución para algo que a todo argentino perdido en la naturaleza le preocupa, ¡como calentar agua para cebar el mate! donde no se puede hacer fuego, le comenté que había leído, cuando era adolescente, sobre un lugar cerca de Sarmiento donde existía un bosque petrificado y que desde entonces, junto con Uluru en Australia e Islandia, se había convertido en uno de los lugares que me había prometido visitar en algún momento de la que suponía, larga vida. Le pregunté si había la posibilidad de incluirlo en el itinerario, a lo que me respondió que para llegar allí tendríamos que desplazarnos en una sola jornada 500 kms. a la ida y otros tantos de vuelta. Ante tales argumentos quedó tachado de nuestro viaje.

Pero el mal tiempo, la buena voluntad y el cariño,  hicieron que el día 9 de enero nuestro destino fuera el límite de la provincia de Chubut con Santa Cruz, donde se encuentra el Bosque Petrificado.

Salimos temprano y llegamos a Sarmiento a medio día por lo que lo primero que hicimos fue buscar donde comer un asado, tuve que probar los chichulines, de los que ya había oído hablar y que me decepcionaron por mal cocidos. Terminado el asado hicimos los 25 últimos kilómetros hasta llegar al bosque.

Bosque petrificado

A unos 25 kilómetros al sur de Sarmiento se encuentra una gran reserva de madera petrificada en estado natural que recibe el nombre de Bosque Petrificado José Ormachea.

En ningún otro lugar del planeta existe un área tan extensa con troncos petrificados,  como en el Bosque de Sarmiento. Allí pueden admirarse no sólo restos de troncos de árboles,  sino también de hojas,  ramas,  frutos y semillas.

Las mayores y mejores acumulaciones de madera mineralizada están vinculadas a la Patagonia,  en especial se relacionan con la presencia constante,  a través de las eras Mesozoica y Cenozoica,  de ambientes propicios para el desarrollo de bosques y de una constante e intensa actividad volcánica que ha proporcionado la materia prima básica para la petrificación:  el sílice.

Los afloramientos de estos extraordinarios troncos petrificados,  el paisaje lunar contiguo y sus cerros circundantes de tonalidades variadas permiten observar los distintos estratos geográficos que hacen de este lugar un atractivo único y de visita obligada.

Hace  65.000.000 de años especies primitivas de la familia de las coníferas (aunque es posible ver restos de palmeras),  nos permiten imaginar una región subecuatorial con abundantes bosques y lagunas habitada por numerosa y variada fauna,  como muestran los importantes hallazgos paleontológicos logrados en el departamento de Sarmiento.

Al principio de la era terciaria comienza a elevarse la cordillera de los Andes lo que impide el paso de las corrientes de aire húmedo del Pacífico hacia el Atlántico.

Simultáneamente se producen erupciones volcánicas cuyas cenizas se esparcen comenzando así el lento proceso de transformación orgánica:  absorción,  impregnación,  sustitución  y transformación en piedra,  gracias al sílice y las sales disueltas en el agua. Este proceso duró miles de años.

Fotos del Bosque Petrificado

Terminada la visita uno de los guardas del Parque, que conocimos a la llegada, nos enseño un pequeño museo con numerosos restos fósiles encontrados en los alrededores y tuvo la paciencia de desasnarnos con explicaciones que mostraban el orgullo que sentía de ser el guardián de semejante tesoro.

Cuando salimos del bosque en dirección a Sarmiento, Susana empezó a realizar que aún quedaban 500 kilómetros de vuelta y que aunque fuera un sitio precioso, éste no se correspondía con lo que había imaginado y le costaba creer que yo tuviera tanto interés en conocerlo.

Mientras cebaba mates en el coche, tarea harto difícil y digna de admiración cuando éste se desplaza por un camino lleno de baches, su mente estaba perdida pensando que estábamos en una zona de producción de cerezas y en ese momento era la época de recolección.

Hizo que nos desviáramos y paráramos en una granja donde dedicó sus buenos 30 minutos a regatear el peso que la granjera estaba dispuesta a entregarle por 20 pesos.

Volvió al coche con una sonrisa de satisfacción, feliz de su compra, nada más y nada menos que 3 kilos, que había conseguido utilizando el argumento de que como pobre maestra, una de sus múltiples actividades profesionales, no le sobraba la plata.

El viaje de vuelta trascurrió casi en silencio debido al cansancio del día, a la belleza del atardecer en la estepa del sur de la patagonia y al embeleso que producía la enorme cantidad de estrellas que se ven en una tierra donde las distancias entre poblaciones se miden en cientos de kilómetros y la escasa contaminación permite multiplicar su número hasta un punto que te recuerda lo insignificante que es, ésta nuestra tierra.

11 de enero: Bariloche y la ruta de los 7 lagos.


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